CARTA DE SIMÓN BOLÍVAR PARA FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, VICEPRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA, FECHADA EN CUZCO EL 28 DE JUNIO DE 1825, POR MEDIO DEL CUAL LE COMENTA ALGUNAS REFLEXIONES: SOBRE LA CONDICIÓN DE AGRADECIMIENTO DEL PUEBLO PERUANO SÓBRE LA MARCHA HACIA EL SUR DEL GENERAL SUCRE Y SU EJÉRCITO DE 4.000 HOMBRES; SOBRE LAS RELACIONES CON EUROPA Y LA CONVOCATORIA AL CONGRESO PERUANO EL 10 DE FEBRERO DE 1826*
Cuzco, 28 de junio de 1825.
Al General Francisco de P. Santander.
Soy de Ud. de todo corazón.
BOLÍVAR
* De un impreso moderno: Simón Bolívar, Obras completas, tomo II, pp. 157-159.El compilador advierte haberla tomado "del original" pero no da ninguna información respecto a su ubicación. También se encuentra en: Cartas a Santander, Volumen III, pp. 8-11.
Al General Francisco de P. Santander.
Mí Querido General:
Hace tres días que he llegado a esta capital, por medio de pueblos
agradecidos y contentos, de memorias, de monumentos de lo que fue este
inocente imperio antes de su destrucción por los españoles. Diré a Ud.
con ingenuidad, que si no hubiera leído las Ruinas de Palmira siempre
hubiera saboreado la memoria de las grandes cosas y de los grandes
sucesos que han precedido a la época presente. Este país fue la obra de
la naturaleza desenvuelta por las manos del hombre salvaje; pero guiado
por un instinto que se puede llamar la sabiduría de la pura naturaleza.
Este país, en sus creaciones, no ha conocido modelos; en susdoctrinas,
no ha conocido ejemplos ni maestros, de suerte, que todo es original y
todo puro como las inspiraciones que vienen de lo alto.
Los pobres indígenas se hallan en un estado de abatimiento
verdaderamente lamentable. Yo pienso hacerles todo el bien posible:
primero, por el bien de la humanidad, y segundo, porque tienen derecho a
ello, y últimamente, porque hacer bien no cuesta nada y vale mucho.
Estando escribiendo esta carta, he recibido el adjunto decreto del
Congreso de Buenos Aires, que Ud. verá, de lo que me alegro infinito
porque es honroso para mí y útil para el arreglo de las cosas de este
país. Es muy raro lo que sucede en el Alto Perú; él quiere ser
independiente y todo el mundo lo quiere dejar con la independencia.
Sucre y yo, por nuestra parte, hemos hecho lo justo, y los dos congresos
del Perú y Buenos Aires hacen lo mismo. De todo esto estoy sumamente
contento, porque me dará facilidades para quedar bien con todo el mundo.
Pérez ya está en libertad para que pueda ser empleado por el gobierno
de Colombia como quiera; lo mismo a Heres, a quien he separado del
ministerio de gobierno para que vaya a su misión de Chile. Estos señores
me hacen mucha falta; pero el primero, por muy enfermizo, y el segundo
no es muy necesario ya en el ministerio y además quiero dejar al Consejo
de Gobierno en plena independencia peruana para que nadie tenga cuentas
conmigo, ni digan que, por influencias de los colombianos, se cometen
parcialidades nocivas al Perú.
Hoy he recibido cartas del general Sucre en que me habla largamente
sobre lo importante que es mandar a Colombia 4.000 hombres del Sur. Yo
también creo que es útil y conveniente mandar a Venezuela dichos 4.000
hombres, pues mi hermana, que tiene mucho talento, me escribe que
Caracas está inhabitable por las tentativas y amenazas de la
pardocracia. Ella, que es pobre, me dice que quiere irse a los Estados
Unidos. Por consiguiente, hará Ud. muy bien en mandar al Istmo, que
nosotros los mandaremos entre septiembre y octubre. Sobre este
particular escriba Ud. al Consejo de Gobierno, residente en Lima, para
que dé sus órdenes conforme a lo que Ud. quiera. No repetiré a Ud. lo
que he dicho tantas veces, que esta división debe ponerse en un clima
sano y templado para que no perezca.
He convocado el Congreso del Perú para el día 10 de febrero próximo.
No pienso ir a Lima para entonces a fin de que no se diga que influyo en
las deliberaciones del congreso. Puede ser que no vaya a Lima, sino
después que haya nombrado su gobierno constitucional: entonces les diré
adiós y me iré para Colombia. Entre tanto estableceré el gobierno del
Alto Perú, del modo que me parezca mejor la salud de aquel país. Ya me
han llamado sus habitantes Padre de tres repúblicas; y esto quiere decir
que les funde una. La atención es grande y noble, no dejaré de caer en
ella.
Ayer he recibido papeles de Francia y de Buenos Aires, por los cuales
sé el bello estado en que se encuentra la Europa con respecto a
nosotros; quiero decir, con respecto a la paz general. El gobierno
español ha irritado al mismo gobierno francés. Así, pues, nada hay que
temer y todo que esperar. Nosotros no tenemos más escollo que nuestro
propio corazón, que podemos reducir a juicio con los 12.000 colombianos
que tengo en el Perú. Disponga Ud. de ellos como quiera, y en su mayor
parte. Los que nos sean inútiles allá pueden ser muy útiles aquí: porque
este país necesita de algunas tropas de ocupación.
Mil veces he intentado escribir a Ud. sobre un negocio arduo, y es
nuestra federación americana no puede subsistir si no la toma bajo su
protección la Inglaterra; por lo mismo, no sé si sería muy conveniente
si la convidásemos a una alianza defensiva y ofensiva. Esta alianza no
tiene más que un inconveniente, y es el de los compromisos en que nos
puede meter la política inglesa; pero este inconveniente es eventual y
quizá remoto. Yo le opongo a este inconveniente esta reflexión: la
existencia es el primer bien; y el segundo es el modo de existir: si nos
ligamos a la Inglaterra existiremos, y si no nos ligamos nos perderemos
infaliblemente. Luego es preferible el primer caso. Mientras tanto,
creceremos, nos fortificaremos y seremos verdaderamente naciones para
cuando podamos tener compromisos nocivos con nuestra aliada. Entonces,
nuestra propia fortaleza y las relaciones que podamos formar con otras
naciones europeas, nos pondrán fuera del alcance de nuestros tutores y
aliados. Supongamos aún que suframos por la superioridad de la
Inglaterra: este sufrimiento mismo será una prueba de que existimos, y
existiendo tendremos la esperanza de librarnos del sufrimiento. En tanto
que, si seguimos en la perniciosa soltura en que nos hallamos, nos
vamos a extinguir por nuestros propios esfuerzos en busca de una
libertad indefinida.
Observe Ud. que yo propongo este plan; que yo soy el que me ofrezco
como víctima de las oposiciones liberales y aun se dirán políticas; que
yo soy, el llamado a ser el jefe de esta federación americana, y que yo
renuncio la esperanza de una autoridad tan eminente por darle la
preferencia a la estabilidad de la América. La Inglaterra no me podrá
jamás reconocer a mí por jefe de la federación, pues esta supremacía le
corresponde virtualmente al gobierno inglés. Por consiguiente, nada es
tan verdaderamente imparcial; nada es tan generoso como este dictamen,
pues que ninguna mira personal puede lisonjearme ni seducirme con él.
Así, mi querido general, si Ud. lo aprueba, consulte Ud. al congreso, o
al Consejo de Gobierno que Ud. tiene en su ministerio para los casos
arduos. Si esos señores aprueban mi pensamiento, sería importante tentar
al ánimo del gobierno británico sobre el particular y consultar a la
asamblea del Istmo. Por mi parte, no pienso abandonar la idea aunque
nadie la apruebe. Desde luego los señores americanos serán sus mayores
opositores, a título de la independencia y libertad; pero el verdadero
título es por egoísmo y porque nada temen en su estado doméstico.
Recomiendo a Ud. mucho este negocio; no lo abandone Ud. jamás por más
que le parezca mal. Puede ser que cuando todo esté perdido queramos
adoptarlo. La ocasión gloriosa y oportuna es ésta. No olvide Ud. que la
ocasión es calva.
Déle Ud. muchas expresiones a don Perucho, a los ministros y sobre todo a Ibarra, que lo amo entrañablemente.
Soy de Ud. de todo corazón.
BOLÍVAR
* De un impreso moderno: Simón Bolívar, Obras completas, tomo II, pp. 157-159.El compilador advierte haberla tomado "del original" pero no da ninguna información respecto a su ubicación. También se encuentra en: Cartas a Santander, Volumen III, pp. 8-11.